Los cielos de Europa todavía son testigos de aquella guerra. El tañer de las campanas de las iglesias sigue rivalizando con el de los ayuntamientos. Ya casi nadie levanta la vista para comprobar la hora. Ahora los relojes de pulsera o el de los teléfonos móviles nos sacan de dudas, pero durante la Edad Media los relojes acústicos de las fachadas eran el único referente temporal de la gente. A partir del siglo XIV la burguesía, motor de la actividad económica del momento, se propuso arrebatar a la Iglesia el monopolio del tiempo. La nueva realidad laboral exigía un cómputo más riguroso de las horas.

 

Por aquel entonces la Iglesia había heredado parte de su sistema horario del mundo romano, donde las doce horas que marcaban los relojes de sol se dividían en cuatro partes iguales. Había la Prima, la primera hora desde el alba –que, dependiendo de la estación, podía ser a las 04.30h o a las 07:30h- hasta la tercera, a media mañana; la Tertia, hasta la sexta, al mediodía; la Sexta, hasta la novena, a media tarde –esta franja coincidía con el momento de más calor en que se aprovechaba para hacer la “siesta”; y la Nona, hasta la puesta de sol –en inglés el término afternoon remite a esta antigua franja horaria. Las doce horas de la noche también se dividieron en cuatro periodos conocidos como vigiliae, igualmente variables en función de la estación. Recibían el nombre de prima vigilia, secunda vigilia, tertia vigilia y  quarta vigilia.

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És molt recomanable aquest article de Quim Curbet sobre les hores. Es titula “Les hores robades”.

També és interessant aquest altre artcle del filòsof Xavier Antich titulat “La tirania dels rellotges” (Diari Ara, 26/02/2017)

A Sapere aude, la secció de filosofia moderna del programa Múltiplex d’IB3 Ràdio (17/03/2017), parl sobre com s’ha degradat avui el concepte de temps.